Yo no estaba en mis cabales ese día, sentado en la base de cemento cercana a las escaleras de la galería, así que aburrido, me puse a pensar.
- ¡Quiero una palabra que lo represente TODO, un profesor tan sabio como la naturaleza, ah!, ya está! – dije, y me dirigí hasta el local de tatuajes de Fernando, éste sonrío al verme como todos los días.
- ¿Cuánto me cobras para ponerme WILD en el estómago con pigmentos de los mejores?
- Para vos barrilete!, 20 pesos por letra -dijo Fernando, y comenzó a armar la máquina electromagnética para tatuar.
Yo me recosté en la camilla; Sergio puso una graciosísima cancioncita que decía:
“¡Lanza, lanza perfume, lanza, lanza perfumes!”, era una canción brasilera que la había encontrado en sus viajes.
-No hay dolor, yo soy anestesiólogo, así que te voy a tatuar salvaje en ingles, y lo único que te va a doler son las agujas de la anestesia! –aseguro Fernando.
-La sensación era tan gratificante, que hubiera querido que la anestesia se propagara por todo mi cuerpo. Sergio tomo un pañuelo, roció el mismo con el líquido del muy afamado lanza perfume brasilero, y las cosas se empezaron a desdibujar ante mis ojos.
La Cordobesa era una chica muy bonita, con pelo corto, ojos de un negro Intenso, lo mas gracioso fue que entro al local, y se saco el corpiño.
-Ves este aro en mi pezón, bueno, ahora quiero un expandir, y otro aro en mi otro pezón! –propuso ella con su agradable vocecita. -, ¿Estamos?
Los dos terminamos corriendo de una troupe de travestis ladrones ese día, en el piso de Pablo vivía un narcotraficante. Los asaltos, las sirenas de la policía, el griterío de los damnificados, los autos frenando para levantar travestis era la sinfonía que acaramelaba nuestra existencia en el monoambiente
lunes, 22 de marzo de 2010
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