Después de dos años de encierro, decidí, volver al underground, y ser como siempre un renombrado de la escena, así que me fui a la afamada plaza del ministerio de educación y, ahí los vi, filósofos y prófugos de sus hogares, ni hablar de la policía.
Estos siete alternativos grunge, punk, Blogger, para definirlos de alguna manera, estaban tirados en el piso, esbozando pequeñas risitas cómplices. La droga pasaba de mano en mano lentamente, y miraban sus ojos para ver quien estaba más elevado en el menester de tomar Popper y pegamento.
- si escuchas una sirena, pensá solo que es una ambulancia, y todo va a salir bien.
Nada es para siempre y toda persona es importante, pero Vos no, él no, el otro tampoco, el día que entiendas eso, todo te va a ir mejor. Aparte Alex, vos ya viviste- siempre decía Shaggy.
-eh, es la vida de los ricos, y hoy comemos, somos felices. Dos prostitutas, un chongo y una bolsa de merca ¡fiesta loca y ritmo de la noche!- consideraba Federico.
- la gente es como una bombillita de luz, hay que esconderla para saber de que color se va a poner. Yo soy el mejor encendedor del mundo!- dijo Guido.
- heavy metal, whisky, y a mi se me respeta!- aseguraba Martín la muerte.
-sos un pony o sos un top, nada mas pony!- decía el Yankee afeminadamente. Para él todo se dividía en un éxito o un fracaso.
-¿Qué momento? ¿no?- lanzaba siempre Tobo, el novio del Yankke. Para él todo era como demasiado fugaz hasta que se emocionaba, y largaba su muletilla. ¿Qué momento?¿no?
-el hombre y la vejez, el hombre y el amor, el hombre y el rock, el hombre que vivía detrás de las rejas, el hombre y la agitación, el hombre y el hombre- siempre soltaba como cierre de discusiones varias Alejo el bello.
El frío, el hambre y la lluvia los estaba destrozando con el correr de los días en la calle.
Sus coloridas ropas poseían grandes manchas grises y yo no tuve otra que tomar una casa. Todas las tribus venían a ver nuestra mansión de catorce habitaciones, y su hermoso patio.
Martín la muerte hacía los mandados, Guido conseguía el dinero, Shaggy era el encargado de los alucinógenos, el Yankke nos hacía entrar gratis a los recitales cuelgues, Alejo el bello conseguía las chicas. Todos nos besuqueábamos sus descartes. Tobo nos traía la ropa, y yo los defendía de posibles invasores a todos. Los demás eran puras larvas o amebas.
Vivimos felices por mas de un año, hasta que el desalojo nos arruinó.
Yo siempre les tiraba enojado en la cara. Los siete magníficos me llamaban papá, agachando la cabeza y, arrepintiéndose de lo sucedido. Mientras Federico cronometraba todos nuestros movimientos con su reloj, para asaltar una joyería, él, siempre era el reloj de todas las actividades criminales de mis queridos siete magníficos.
lunes, 22 de marzo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario