pabellón 3

este es el blog de Alex Giambisi, un joven anarquista internado en el neuropsiquiatrico Borda, participa en el taller de letras del frente de artistas del borda, y yo me ofrecí a armarle este blog con el fin de poder trasmitir, exponer y compartir sus escritos, ya que él no dispone de los medios y se encuentra encerrado en el pabellón 3. mi mayor deseo de que sus alaridos traspasen los pasillos del borda y lleguen a muchos otros, para que quizá ,también, pongan en duda la estigmatización de la locura y se limen las asperezas de las instituciones de encierro cotidianas donde se condena la diferencia.
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En mi cama, esperando por el doctor y la aguja, una tos me está llamando, un quejido nace mientras veo una nube de humo. Todos en la cama durmiendo, uno al lado del otro, parecen inofensivos capullos de algodón.

La hermana violencia y el frenesí se convierten en el mejor sueño inalcanzable, con su largo, largo cabello rubio y sus azules, azules ojos no me dejan dormir de noche; y los capullos se quejan y roncan sin saber que el piso es un chiquero.

El sol entra por la ventana amenazante, prometiendo la más maravillosa aventura; el renacer que, se derrite por las rejas químicas, también como un lobo hambriento, descubro todas las mañanas que el buzón conmigo dentro sigue siendo el mismo.

Me arden las botas con cordones rojos, hermana violencia no te puedo olvidar, tan elegante te ves, fumando un cigarrillo. El lunático camina ida y vuelta el pasillo, tambaleante, como una vieja prostituta dándole color a la soledad.

Yo extraño el revólver entre mis manos sudorosas; por suerte, los pacientes, mis capullos de algodón, le encuentran sentido a todas mis palabras, volviéndome grandiosamente seductor.

Pensando en los buenos tiempos, en las noches de fantasía, espero el alarido rebelde de todos los que están dormidos; pero, la rueda de la miseria nos captura, y empieza la danza macabra de todos los días con, su filosa espada que se llama: incomprensión.

En un cuadro con la puerta como marco, se ve a un paciente en silla de ruedas, ansioso, temblor en las manos, como si estuviera recibiendo un shock en la silla eléctrica; los dos, extrañamos a nuestra hermana violencia con su largo pelo lacio y rubio; elegante se ve fumando un cigarrillo.

Los capullos de algodón se despiertan, se levantan desperezándose y quejándose, cada uno de forma diferente, y así, con ese singular lenguaje, lo hace notar uno a otro el mismo dolor, la claustrofobia.

He sido una estrella, una estrella muy pequeña; pero estrella al fin, haciendo y deshaciendo la ley corriendo como un zorro, cansando a los caballos de los cazadores que entraban en frío y miedo. Y! los cazadores?, por más de un segundo pensaron que no me iban a poder atrapar.

En medio de una fuga, prófugo, escapándome: he reído en medio del desierto con éxtasis y felicidad única, tomando distancia de policías que llegaron a sentirse como perros callejeros con hambre. He llevado a sus almas a convertirse en eternos vagabundos.

Los pacientes, mis capullos de algodón, hacen fila para tomar la medicación; para, participar de una batería de pastillas que hacen del destino un barrilete.

No hay verdad ni historia que contar, porque, la transparencia no existe. A todo este delirio, los armarios parecen ataúdes, los únicos testigos que encerraron por un siglo o más, la mejor de las creatividades y, el amor inconcluso, la peor catacumba.

Perdóname hermana violencia, tan elegante; azules ojos caminando desnuda cigarrillo en mano, perdóname por no resistir, por ser resignado ante la aguja; hoy estoy para tu largo pelo lacio y rubio inofensivo, fuera de control, traicionándote.

Si no queda claro estamos hablando de patología y, pedagogía conjugadas en un laberinto mortal para lo primero. ¿Dónde está el estado para abordar el problema? ¿Dónde está el dinero para los contribuyentes?

La terapia es más lenta que los traumas psiquiátricos generados por: las dosis de drogas y el alcoholismo.

La sociedad está perdiendo en la carrera a favor de la salud mental.
¿Dónde está mi rehabilitación y, mi reinserción social? ¿Puede ser que la única profilaxis sea, aislación atado a una cama, y un tranquilizante inyectable?































domingo, 21 de marzo de 2010

Brunnette

Yo conocí a Brunnette en un boliche, hablando y tomando tragos. Los dos repentinamente terminamos en mi casa, lo cierto fue que cuando terminamos de hacer el amor ella me dijo: “esto se lo voy a contar a todo el mundo, sabelo”
-si fácil, yo les voy a contar que pareces sacada de una comedia norteamericana.
-no te hablo de eso, es más profundo, es la teoría de mi vida. Yo le cuento todo a todo el mundo, todo lo relacionado con mi vida. Si hay algo que no se pueda contar es porque perdiste el camino, la integridad- dijo destrozándome los pómulos a pellizcones.
-si, fácil, y¿ qué más?-dije yo soñando con un anillo de bodas.
- es una herramienta, no es como un arma, es algo importante que no sé de donde lo aprendí; pero no es un juguete. Es la teoría de la vida para mí, así que podes contárselo a todo el mundo. Siempre tenés que esperar que todo el mundo vaya hacia vos, para contarle, fácil como vos decía la historia de la vida. Es muy básico y elemental; pero mi herramienta me mantuvo en el camino hacia el supuesto cielo por más de treinta años- aseguro Brunnette, con sus violentos pellizcones.
- fácil, mi vida te la puedo contar de cabo a rabo, pero no es una vida limpia. Hice cosas sin justificación alguna, no es tampoco una vida gloriosa, pero la puedo contar- dije soportando sus impulsivos pellizcones.

Así que los años pasaron recordando a Brunnette y la teoría de su vida. Yo me la paso arreglando varias cosas. Los años pasaron y yo caí en la cárcel. Así que la llame por teléfono.
- voy a sobornar a jueces y fiscales, voy a lograr que te dejen libre de alguna corrupta forma, pero eso no se lo voy a poder contar a todo el mundo. Yo voy a cambiar, me voy a crucificar, pero es tu libertad
- Yo solo te llamé para escuchar un rato tu voz, no voy a permitir que pase eso, y se lo voy a contar a todo el mundo- aseguré, y corté la comunicación.

Me reintegré a mi celda pensando que, aunque me cueste la libertad, no iba a romper o destruir la integridad de una persona. Empecé por primera vez en mi vida a sentir un amor responsable, y eso se lo puedo contar a todo el mundo Brunnette.

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