Párpados
Yo tengo dos ojos como casi todo el mundo, bastante se ha hablado de ellos en mi vida. En los párpados de mis ojos, se encuentran dos bolsas de lágrimas contenidas desde hace años, nunca supe porqué se produjo ese efecto, los años pasaron tratando de desarmar mi flagelo.
Durante muchos años les he aplicado frío en cubos de hielo, hasta fabriqué unas cubeteritas con las formas de las cuencas de mis ojos; pero fue inútil.
Yo comencé a aplicarles calor como por accidente, un día, calentando un poco de agua, se me calentaron las manos, y al posarlas sobre las insufribles lágrimas tuve una leve mejoría; pero siguen ahí. El origen de esta desgracia sigue ahí también, dando vueltas por el aire, y no lo puedo encontrar.
Yo recurrí a terapia y a químicos, legales e ilegales, ¡todo fue inútil!
A veces es predecible el movimiento de estas lágrimas, entonces recurro a la hornalla más cercana; pero con los años adquirieron vida propia. Las lágrimas disparan un intermitente dolor en el pecho, siendo insuficiente el calor y el frío, también la terapia o los químicos.
Esta vez encuentro una gran verdad, sin embargo el camino me ha llevado a tomar decisiones arriesgadas, hasta meterme en una gran desventura para poder terminar llorando. A su vez, estas desventuras han logrado que las lágrimas sólo se estanquen solidificándose como cemento.
Yo con el tiempo busqué y busqué, nadando en mis ideas, un camino completamente exitoso. Encontrándome sin salida calentando mis manos en la hornalla, llegué a la conclusión de que hoy no voy encontrar el llanto o la salida, si mañana y, así vivo los días, por suerte esperando el mañana.
Por fin con el correr de los años descubrí que, estas contenidas y torturantes lágrimas contenidas, son el resultado directo de la incertidumbre por el pasado muy pecaminoso y sus consecuencias futuras desgarradoras. Todo este flagelo se construye a partir de las suposiciones que genera la incertidumbre. Logré destruirlas, producto de las suposiciones y todo ese laberinto.
Pero las lágrimas siguen ahí, punzantes. Esperando a la menor de las suposiciones y errores para volver a ser corrosivas con el destino que uno siempre trata de evadir.
Así y todo, yo tengo la más importante de las armas, la esperanza y la paciencia, todo esto conjugado suele ser el mejor de los antídotos ante la más grande de las barbaries, mis pulsiones de destrucción.
lunes, 22 de marzo de 2010
Sun, sunny face
Ayer los llamaban: manicomios, loqueros, cotolengos; hoy, se los llama intelectualmente, elegantemente: institutos neuropsiquiátrico; pero, los que estamos adentro seguimos siendo los mismos y se nos trata igual o peor.
Solo somos un número en una carpeta, con un diagnóstico erróneo y le cambian el cartel a la puerta del hospital, solo para aliviarle el dolor a los que están afuera.
Acá te van unos autobiográficos, espero que los disfrutes con todos los: radiototalnormales y, gracias por darte cuenta de nosotros y nuestras fragilidades.
Ayer los llamaban: manicomios, loqueros, cotolengos; hoy, se los llama intelectualmente, elegantemente: institutos neuropsiquiátrico; pero, los que estamos adentro seguimos siendo los mismos y se nos trata igual o peor.
Solo somos un número en una carpeta, con un diagnóstico erróneo y le cambian el cartel a la puerta del hospital, solo para aliviarle el dolor a los que están afuera.
Acá te van unos autobiográficos, espero que los disfrutes con todos los: radiototalnormales y, gracias por darte cuenta de nosotros y nuestras fragilidades.
Los siete magníficos
Después de dos años de encierro, decidí, volver al underground, y ser como siempre un renombrado de la escena, así que me fui a la afamada plaza del ministerio de educación y, ahí los vi, filósofos y prófugos de sus hogares, ni hablar de la policía.
Estos siete alternativos grunge, punk, Blogger, para definirlos de alguna manera, estaban tirados en el piso, esbozando pequeñas risitas cómplices. La droga pasaba de mano en mano lentamente, y miraban sus ojos para ver quien estaba más elevado en el menester de tomar Popper y pegamento.
- si escuchas una sirena, pensá solo que es una ambulancia, y todo va a salir bien.
Nada es para siempre y toda persona es importante, pero Vos no, él no, el otro tampoco, el día que entiendas eso, todo te va a ir mejor. Aparte Alex, vos ya viviste- siempre decía Shaggy.
-eh, es la vida de los ricos, y hoy comemos, somos felices. Dos prostitutas, un chongo y una bolsa de merca ¡fiesta loca y ritmo de la noche!- consideraba Federico.
- la gente es como una bombillita de luz, hay que esconderla para saber de que color se va a poner. Yo soy el mejor encendedor del mundo!- dijo Guido.
- heavy metal, whisky, y a mi se me respeta!- aseguraba Martín la muerte.
-sos un pony o sos un top, nada mas pony!- decía el Yankee afeminadamente. Para él todo se dividía en un éxito o un fracaso.
-¿Qué momento? ¿no?- lanzaba siempre Tobo, el novio del Yankke. Para él todo era como demasiado fugaz hasta que se emocionaba, y largaba su muletilla. ¿Qué momento?¿no?
-el hombre y la vejez, el hombre y el amor, el hombre y el rock, el hombre que vivía detrás de las rejas, el hombre y la agitación, el hombre y el hombre- siempre soltaba como cierre de discusiones varias Alejo el bello.
El frío, el hambre y la lluvia los estaba destrozando con el correr de los días en la calle.
Sus coloridas ropas poseían grandes manchas grises y yo no tuve otra que tomar una casa. Todas las tribus venían a ver nuestra mansión de catorce habitaciones, y su hermoso patio.
Martín la muerte hacía los mandados, Guido conseguía el dinero, Shaggy era el encargado de los alucinógenos, el Yankke nos hacía entrar gratis a los recitales cuelgues, Alejo el bello conseguía las chicas. Todos nos besuqueábamos sus descartes. Tobo nos traía la ropa, y yo los defendía de posibles invasores a todos. Los demás eran puras larvas o amebas.
Vivimos felices por mas de un año, hasta que el desalojo nos arruinó.
Yo siempre les tiraba enojado en la cara. Los siete magníficos me llamaban papá, agachando la cabeza y, arrepintiéndose de lo sucedido. Mientras Federico cronometraba todos nuestros movimientos con su reloj, para asaltar una joyería, él, siempre era el reloj de todas las actividades criminales de mis queridos siete magníficos.
Estos siete alternativos grunge, punk, Blogger, para definirlos de alguna manera, estaban tirados en el piso, esbozando pequeñas risitas cómplices. La droga pasaba de mano en mano lentamente, y miraban sus ojos para ver quien estaba más elevado en el menester de tomar Popper y pegamento.
- si escuchas una sirena, pensá solo que es una ambulancia, y todo va a salir bien.
Nada es para siempre y toda persona es importante, pero Vos no, él no, el otro tampoco, el día que entiendas eso, todo te va a ir mejor. Aparte Alex, vos ya viviste- siempre decía Shaggy.
-eh, es la vida de los ricos, y hoy comemos, somos felices. Dos prostitutas, un chongo y una bolsa de merca ¡fiesta loca y ritmo de la noche!- consideraba Federico.
- la gente es como una bombillita de luz, hay que esconderla para saber de que color se va a poner. Yo soy el mejor encendedor del mundo!- dijo Guido.
- heavy metal, whisky, y a mi se me respeta!- aseguraba Martín la muerte.
-sos un pony o sos un top, nada mas pony!- decía el Yankee afeminadamente. Para él todo se dividía en un éxito o un fracaso.
-¿Qué momento? ¿no?- lanzaba siempre Tobo, el novio del Yankke. Para él todo era como demasiado fugaz hasta que se emocionaba, y largaba su muletilla. ¿Qué momento?¿no?
-el hombre y la vejez, el hombre y el amor, el hombre y el rock, el hombre que vivía detrás de las rejas, el hombre y la agitación, el hombre y el hombre- siempre soltaba como cierre de discusiones varias Alejo el bello.
El frío, el hambre y la lluvia los estaba destrozando con el correr de los días en la calle.
Sus coloridas ropas poseían grandes manchas grises y yo no tuve otra que tomar una casa. Todas las tribus venían a ver nuestra mansión de catorce habitaciones, y su hermoso patio.
Martín la muerte hacía los mandados, Guido conseguía el dinero, Shaggy era el encargado de los alucinógenos, el Yankke nos hacía entrar gratis a los recitales cuelgues, Alejo el bello conseguía las chicas. Todos nos besuqueábamos sus descartes. Tobo nos traía la ropa, y yo los defendía de posibles invasores a todos. Los demás eran puras larvas o amebas.
Vivimos felices por mas de un año, hasta que el desalojo nos arruinó.
Yo siempre les tiraba enojado en la cara. Los siete magníficos me llamaban papá, agachando la cabeza y, arrepintiéndose de lo sucedido. Mientras Federico cronometraba todos nuestros movimientos con su reloj, para asaltar una joyería, él, siempre era el reloj de todas las actividades criminales de mis queridos siete magníficos.
El tigre en la Mákina
Era el único que caminaba por el santuario, lleno de estatuas y velas robadas, las estatuas más feas eran santos, y, las otras demoños; había lápidas, crucifijos, payasos de juguetes y unos espejos de madera con marcos coloniales.
Ellos solían llamarse: papá, Daddy stoned!, yo, los llamaba: mis hijos de la calle, los inkietos, sentados sobre colchones sucios siempre, rodeados de ratas. Nos las pasábamos horas y horas mirando lo que hacían y deshacían nuestras amadísimas ratas, y las admirábamos para escapar de nuestra sentencia de muerte a los palazos limpios.
Yo caminaba solo, desesperanzado, de vez en cuando golpeaba mi bastón sobre el piso dando una risotada maléfica, para que pensaran que estaba tramando algún atentado contra el fascismo neonazi moderno; los inkietos, me observaban tratando de inspirarse a pesar de la resaca, el viento, y el frío que congelaba hasta sus sueños de libertad.
Un ruido se escuchó desde el pasillo de la casa abandonada, luego se escucharon pasos y todos nos pusimos alerta, y yo, mire por la puerta rota del corredor que conducía desde la entrada de la casa, hasta el patio santuario. Me encantaba simular ser un pirata viejo, sabio, borracho, que sabía navegar por las tormentas de la tristeza saliendo ileso y a los inkietos les encanta ser mi tripulación.
Lo primero que se vio, fueron unas largas rastas rubias, luego logre ver unos ojos verdes parpadeando, eran como esmeraldas a la luz de las velas. Ella sonrío al verme, dientes agresivos como lobo, intrigantes, muy tentadores para mi gusto; estiró sus brazos olvidándose del miedo que la descorazonaba, y siguió sonriendo hasta cruzar la puerta y abrazarme.
- ¡esta noche quiero ser un lucero! Aseguro Delfina, y los Inkietos aplaudieron tibiamente-, no te copies Carrington, ¿eh?, y eso, siempre se me copia!
- -esta noche-les dije-, banquet de pordioseros, y carroza de los tontos!
Los dos subimos las escaleras hasta llegar a mi habitación de la mano, mi Pandora llena de dread look’s se puso a jugar a la tabla ouija, y con una copa comenzó a invocar espíritus. Yo me dí cuenta de que Delfina estaba escuchando voces, tenía delirios místicos, y, enceguecida hablaba sola leyendo un oráculo satánico incoherente.
Tomé mi revolver, hice unos malabares, malabares y malabares, y, lo deposité cuidadosamente sobre la tabla ouija de mármol, apostando a la gran ruleta de los deseos.
Desde ahora no te vas a llamar más Carrington-consideró Delfina apuntándome con el revolver en medio de los ojos-, te voy a llamar: El Tigre de la Makina.
-Es un buen sueño dije yo ,disfrutando de las armas japonesas colgadas sobre las paredes-, nada mejor que la mala reputación para cuidarte, jap!.
- me gustaría asesinar a alguien para sacarme toda la bronca mirando como chorrea la sangre- consideró Delfina poniendo el dedo en el gatillo, presionando, haciendo que el martillo del revolver, se moviese hacia atrás tibiamente y, así siguió frunciendo el ceño, con esos ojos arios inyectados en rabia, sin dejar de mover su maraña de rastas rubias, tratando de aprender una pose nueva, moviéndose como una modelo seductora y peligrosa- ¿y ahora? ¡te bardeo todo! ¿eh?
-a la gente no se la mata- le dije indignado- ¿tal vez se le roba? ¿tal vez se la estafe?; pero a la gente no se la mata, eso, no es un sueño!- aventuré yo, y le arrebaté el revolver de las manos enojado seriamente. -, grrr!off!
Delfina se agarró el pecho, casi se puso a llorar, y luego movió sus manos con marcado desprecio. Fue la primera vez que le destrozaba un sueño a mi Pandora punx, éramos tan felices, lo que más nos gustaba era reírnos de nuestras conversaciones de locos y, soñar despiertos. Creo que envejecí…
Envejecí tan joven dentro del alma de Delfina y, todavía no me lo pude perdonar.
Todos los inkietos nos juntamos en mi habitación, disfrutando del calor de la estufa a leña y de la luz de las velas, comimos, bebimos, soñamos con reventar a un facho con las armas japonesas en nuestras manos; por primera vez estábamos todos tranquilos, nos sentíamos acompañados; éramos una familia feliz donde, hablar y delirar no era visto como pecado.
Se escucharon unos golpes en la puerta hasta que se rompió, después se abrió bruscamente, el estruendo nos asustó y aparecieron tres policías de brigada vestidos en camperas de cuero negro.
-¡quédense quietos y arrojen las armas!
Nos pusieron a todos contra la pared, nos registraron rápidamente y, nos seguían apuntando con sus pistolas reglamentarias que brillaban a la luz de las velas.
-quedas detenido “trapo”, tenés pedido de captura, de paradero por tu papá- aseguró el poli y, todos los inkietos estaban prófugos de sus hogares por drogadictos-, tenés que acompañarnos a la seccional.
El policía les pegó un cachetazo, los esposó, y se los llevaron a los arrastrotes a la patrulla.
Así termino el sueño de los 7 magníficos, era un sueño tan joven, la clase de anhelo que nace solo, y se puede disfrutar espontáneamente en conjunto, fue peor que ver apagarse a una estrella de rock.
Yo envejecí, envejecí tan joven por haberlos perdido, la casa, el reconocimiento, la alegría rebelde que, necesito un ejercito de bastones para poder caminar; Delfina con el tiempo creció, se convirtió en una amazona, hoy es una mañana casada con una hija hermosa, es más grande que un titán a la hora de las responsabilidades con su marido pero, nunca voy a poder olvidar su cara maléfica, sus impulsos de autodestrucción y sus susurros en la oscuridad.
Ellos solían llamarse: papá, Daddy stoned!, yo, los llamaba: mis hijos de la calle, los inkietos, sentados sobre colchones sucios siempre, rodeados de ratas. Nos las pasábamos horas y horas mirando lo que hacían y deshacían nuestras amadísimas ratas, y las admirábamos para escapar de nuestra sentencia de muerte a los palazos limpios.
Yo caminaba solo, desesperanzado, de vez en cuando golpeaba mi bastón sobre el piso dando una risotada maléfica, para que pensaran que estaba tramando algún atentado contra el fascismo neonazi moderno; los inkietos, me observaban tratando de inspirarse a pesar de la resaca, el viento, y el frío que congelaba hasta sus sueños de libertad.
Un ruido se escuchó desde el pasillo de la casa abandonada, luego se escucharon pasos y todos nos pusimos alerta, y yo, mire por la puerta rota del corredor que conducía desde la entrada de la casa, hasta el patio santuario. Me encantaba simular ser un pirata viejo, sabio, borracho, que sabía navegar por las tormentas de la tristeza saliendo ileso y a los inkietos les encanta ser mi tripulación.
Lo primero que se vio, fueron unas largas rastas rubias, luego logre ver unos ojos verdes parpadeando, eran como esmeraldas a la luz de las velas. Ella sonrío al verme, dientes agresivos como lobo, intrigantes, muy tentadores para mi gusto; estiró sus brazos olvidándose del miedo que la descorazonaba, y siguió sonriendo hasta cruzar la puerta y abrazarme.
- ¡esta noche quiero ser un lucero! Aseguro Delfina, y los Inkietos aplaudieron tibiamente-, no te copies Carrington, ¿eh?, y eso, siempre se me copia!
- -esta noche-les dije-, banquet de pordioseros, y carroza de los tontos!
Los dos subimos las escaleras hasta llegar a mi habitación de la mano, mi Pandora llena de dread look’s se puso a jugar a la tabla ouija, y con una copa comenzó a invocar espíritus. Yo me dí cuenta de que Delfina estaba escuchando voces, tenía delirios místicos, y, enceguecida hablaba sola leyendo un oráculo satánico incoherente.
Tomé mi revolver, hice unos malabares, malabares y malabares, y, lo deposité cuidadosamente sobre la tabla ouija de mármol, apostando a la gran ruleta de los deseos.
Desde ahora no te vas a llamar más Carrington-consideró Delfina apuntándome con el revolver en medio de los ojos-, te voy a llamar: El Tigre de la Makina.
-Es un buen sueño dije yo ,disfrutando de las armas japonesas colgadas sobre las paredes-, nada mejor que la mala reputación para cuidarte, jap!.
- me gustaría asesinar a alguien para sacarme toda la bronca mirando como chorrea la sangre- consideró Delfina poniendo el dedo en el gatillo, presionando, haciendo que el martillo del revolver, se moviese hacia atrás tibiamente y, así siguió frunciendo el ceño, con esos ojos arios inyectados en rabia, sin dejar de mover su maraña de rastas rubias, tratando de aprender una pose nueva, moviéndose como una modelo seductora y peligrosa- ¿y ahora? ¡te bardeo todo! ¿eh?
-a la gente no se la mata- le dije indignado- ¿tal vez se le roba? ¿tal vez se la estafe?; pero a la gente no se la mata, eso, no es un sueño!- aventuré yo, y le arrebaté el revolver de las manos enojado seriamente. -, grrr!off!
Delfina se agarró el pecho, casi se puso a llorar, y luego movió sus manos con marcado desprecio. Fue la primera vez que le destrozaba un sueño a mi Pandora punx, éramos tan felices, lo que más nos gustaba era reírnos de nuestras conversaciones de locos y, soñar despiertos. Creo que envejecí…
Envejecí tan joven dentro del alma de Delfina y, todavía no me lo pude perdonar.
Todos los inkietos nos juntamos en mi habitación, disfrutando del calor de la estufa a leña y de la luz de las velas, comimos, bebimos, soñamos con reventar a un facho con las armas japonesas en nuestras manos; por primera vez estábamos todos tranquilos, nos sentíamos acompañados; éramos una familia feliz donde, hablar y delirar no era visto como pecado.
Se escucharon unos golpes en la puerta hasta que se rompió, después se abrió bruscamente, el estruendo nos asustó y aparecieron tres policías de brigada vestidos en camperas de cuero negro.
-¡quédense quietos y arrojen las armas!
Nos pusieron a todos contra la pared, nos registraron rápidamente y, nos seguían apuntando con sus pistolas reglamentarias que brillaban a la luz de las velas.
-quedas detenido “trapo”, tenés pedido de captura, de paradero por tu papá- aseguró el poli y, todos los inkietos estaban prófugos de sus hogares por drogadictos-, tenés que acompañarnos a la seccional.
El policía les pegó un cachetazo, los esposó, y se los llevaron a los arrastrotes a la patrulla.
Así termino el sueño de los 7 magníficos, era un sueño tan joven, la clase de anhelo que nace solo, y se puede disfrutar espontáneamente en conjunto, fue peor que ver apagarse a una estrella de rock.
Yo envejecí, envejecí tan joven por haberlos perdido, la casa, el reconocimiento, la alegría rebelde que, necesito un ejercito de bastones para poder caminar; Delfina con el tiempo creció, se convirtió en una amazona, hoy es una mañana casada con una hija hermosa, es más grande que un titán a la hora de las responsabilidades con su marido pero, nunca voy a poder olvidar su cara maléfica, sus impulsos de autodestrucción y sus susurros en la oscuridad.
La boca del dragón
Si hay dos personas en el mundo a las cuales adorábamos como dioses ,paganamente hablando, eran mis tíos abuelos.
Tío Macho, era extremadamente fuerte, una leyenda, podía levantar una bolsa de maíz con su mano, otra suspendida en su otra mano, y lo más sorprenderte era una tercera bolsa que agarraba con sus dientes. Tío Perico criaba gallos de riña, era el mejor del mundo y todo el pueblo venía a pedirle consejos.
Tío Macho y Tío Perico, lamentablemente, estaban peleados entre sí, desde hacía más de 5 años. Triste, pero no se hablaban.
Sus ranchos estaban separados por no mas de 20 metros de distancia, y era muy incómodo irlos a visitar. Nos la pasábamos como 20 minutos discutiendo si habíamos entrado a la casa de uno u otro el domingo pasado. Mi familia debía entrar un día a cada casa por igual, para que no sintieran preferencias o celos ninguno de los dos. El encargado de la tares era yo, pero casi siempre me olvidaba, así que cortaba la discusión mintiendo.
Ese día, entramos a lo de Perico primero, para mí, lo mismo daba. Los dos tíos semidioses compartían un aljibe en el medio. Entre casa y casa, el tubo que llegaba hasta la nata de agua, estaba fabricado en ladrillos, y lo más impactante eran las ramas, hojas y flores rojas que salían y se extendían a través de todo el tubo.
Mi hermano menor Efraín y yo, le llamábamos la boca del dragón, realmente parecía eso.
Yo tomé fuertemente la soga del balde, Efraín puso su pie adentro y, lo deslicé hasta el fondo del aljibe ,a través de la boca del dragón. Luego lo subí; no hubo tiempo para que yo pudiera descender hasta la napa. Mi hermanito todo mojada, me contó durante la semana los pormenores del flash de haber bajado, mientras yo me moría de envidia.
Mis tíos abuelos fallecieron ,como todo el mundo, todavía es muy triste ver el aljibe, la boca del dragón cerrada, tapada por una espera masa de cemento; cuando paso por ahí es inevitable dejar de ver la boca, supongo que algún día Efraín y yo vamos a destaparla, así yo puedo conocer el interior intrincado, bueno, otra vez ¡ la unión hace a la fuerza! Y esto nos regala un montón de dragones.
Tío Macho, era extremadamente fuerte, una leyenda, podía levantar una bolsa de maíz con su mano, otra suspendida en su otra mano, y lo más sorprenderte era una tercera bolsa que agarraba con sus dientes. Tío Perico criaba gallos de riña, era el mejor del mundo y todo el pueblo venía a pedirle consejos.
Tío Macho y Tío Perico, lamentablemente, estaban peleados entre sí, desde hacía más de 5 años. Triste, pero no se hablaban.
Sus ranchos estaban separados por no mas de 20 metros de distancia, y era muy incómodo irlos a visitar. Nos la pasábamos como 20 minutos discutiendo si habíamos entrado a la casa de uno u otro el domingo pasado. Mi familia debía entrar un día a cada casa por igual, para que no sintieran preferencias o celos ninguno de los dos. El encargado de la tares era yo, pero casi siempre me olvidaba, así que cortaba la discusión mintiendo.
Ese día, entramos a lo de Perico primero, para mí, lo mismo daba. Los dos tíos semidioses compartían un aljibe en el medio. Entre casa y casa, el tubo que llegaba hasta la nata de agua, estaba fabricado en ladrillos, y lo más impactante eran las ramas, hojas y flores rojas que salían y se extendían a través de todo el tubo.
Mi hermano menor Efraín y yo, le llamábamos la boca del dragón, realmente parecía eso.
Yo tomé fuertemente la soga del balde, Efraín puso su pie adentro y, lo deslicé hasta el fondo del aljibe ,a través de la boca del dragón. Luego lo subí; no hubo tiempo para que yo pudiera descender hasta la napa. Mi hermanito todo mojada, me contó durante la semana los pormenores del flash de haber bajado, mientras yo me moría de envidia.
Mis tíos abuelos fallecieron ,como todo el mundo, todavía es muy triste ver el aljibe, la boca del dragón cerrada, tapada por una espera masa de cemento; cuando paso por ahí es inevitable dejar de ver la boca, supongo que algún día Efraín y yo vamos a destaparla, así yo puedo conocer el interior intrincado, bueno, otra vez ¡ la unión hace a la fuerza! Y esto nos regala un montón de dragones.
Cremas
Lugano esta lleno de edificios, uno al lado del otro forman filas de indescriptible belleza, es una gran metrópolis que desemboca en el autodromo. Luisito era el profesor de música conocido por todo el barrio, también era ciego.
Por cada edificio había una pandilla que, por esos años, se las llamaban cremas y estas cremas tenían por costumbre drogarse hasta quedar tirados en el piso, o en las escaleras, cuando uno subía a su casa a censor roto.
Paraba en el barrio de Flores y una noche cuando bajé del colectivo, una de las cremas estaba asaltando a Luisito ,puñales en mano.
- sabes lo que pasa, nos queremos tomar una cerveza- dijo uno de los pandilleros y le sacaron su flauta traversa.
Yo no pude hacer nada, Luisito tampoco, pero me puse a hablar con él, y llegamos a la conclusión de que yo era testigo, Luis podía reconocer las voces .
El profesor de música tenía oído absoluto, pero la conclusión más triste fue que la denuncia traería serias represarías por parte de las cremas.
Nunca me voy a olvidar de la cara de Luis en el asalto, mucho menos de la expresión. Parecía que podía ver o mirar mejor que cualquiera, atinó a resoplar un poco resignado.
Este pequeño hecho por primera vez, marcó para mí, y a la vista, el comienzo de una generación de ladrones sin código. La sensación de impotencia se repite cada vez que escucho una flauta traversa.
Escribo sobre esto querido lector desconocido, porque lo recuerdo como el hecho más bajo de la cuadra. En todos los otros delitos, por lo menos, había una “casi igualdad” de condiciones, hasta un revólver para responder de parte de los damnificados.
Por cada edificio había una pandilla que, por esos años, se las llamaban cremas y estas cremas tenían por costumbre drogarse hasta quedar tirados en el piso, o en las escaleras, cuando uno subía a su casa a censor roto.
Paraba en el barrio de Flores y una noche cuando bajé del colectivo, una de las cremas estaba asaltando a Luisito ,puñales en mano.
- sabes lo que pasa, nos queremos tomar una cerveza- dijo uno de los pandilleros y le sacaron su flauta traversa.
Yo no pude hacer nada, Luisito tampoco, pero me puse a hablar con él, y llegamos a la conclusión de que yo era testigo, Luis podía reconocer las voces .
El profesor de música tenía oído absoluto, pero la conclusión más triste fue que la denuncia traería serias represarías por parte de las cremas.
Nunca me voy a olvidar de la cara de Luis en el asalto, mucho menos de la expresión. Parecía que podía ver o mirar mejor que cualquiera, atinó a resoplar un poco resignado.
Este pequeño hecho por primera vez, marcó para mí, y a la vista, el comienzo de una generación de ladrones sin código. La sensación de impotencia se repite cada vez que escucho una flauta traversa.
Escribo sobre esto querido lector desconocido, porque lo recuerdo como el hecho más bajo de la cuadra. En todos los otros delitos, por lo menos, había una “casi igualdad” de condiciones, hasta un revólver para responder de parte de los damnificados.
Brillitos y Estrellitas
No es lo que necesitan pero es lo único que desean: un mundo lleno de colores, sobredosis de colores y ternura…
Sorprenderse con la verdad se vuelve un hobbie, ser militante de algún partido político es un pecado, el mejor amigo del adolescente: la computadora. Yo escucho atentamente. “mi mamá y mi papá están pasados de moda”, dice un adolescente elegido al azar.
Ellos solamente quieren escuchar guitarrazos, crudos guitarrazos y baterías aceleradas para darse patadas, trompadas y empujones en el medio de la pista. Entonces aparece la droga y juegan a ver quien ingiere la mayor cantidad, el comentario del día. Se tiñen el pelo, como si estuvieran liderando una revolución armada, en contra de la república. La vejez es vista como vivir en una celda que se está prendiendo fuego, el dolor los inunda, volviéndose una bandera que justifica cualquier mala diversión.
Comen comida chatarra y golosinas, porque vale más ser un flaco mediocre que un gordito talentoso. Esperar es imposible, todo rápido, todo ahora. La paciencia solo tiene lugar en la tribu o en la pandilla enemiga y salen todos los días a asesinar sus ansias, comprando ropa de colores, corriendo por la galería, cuantos más colores mejor, como una mejor anestesia. Vuelve el deseo inconcluso y terminan dormitando en posición fetal en la cama de su dormitorio, mirando la remera de su banda favorita, como si fuera la única alternativa de coherencia. Y vuelvo a escuchar atentamente:
“Mi hermano menor esta tomando drogas duras, drogas de diseño, haciéndome quedar como un pony. Tengo q inventar algo para ser la reina de la galería.” Entonces aparece la oruga.
Sorprenderse con la verdad se vuelve un hobbie, ser militante de algún partido político es un pecado, el mejor amigo del adolescente: la computadora. Yo escucho atentamente. “mi mamá y mi papá están pasados de moda”, dice un adolescente elegido al azar.
Ellos solamente quieren escuchar guitarrazos, crudos guitarrazos y baterías aceleradas para darse patadas, trompadas y empujones en el medio de la pista. Entonces aparece la droga y juegan a ver quien ingiere la mayor cantidad, el comentario del día. Se tiñen el pelo, como si estuvieran liderando una revolución armada, en contra de la república. La vejez es vista como vivir en una celda que se está prendiendo fuego, el dolor los inunda, volviéndose una bandera que justifica cualquier mala diversión.
Comen comida chatarra y golosinas, porque vale más ser un flaco mediocre que un gordito talentoso. Esperar es imposible, todo rápido, todo ahora. La paciencia solo tiene lugar en la tribu o en la pandilla enemiga y salen todos los días a asesinar sus ansias, comprando ropa de colores, corriendo por la galería, cuantos más colores mejor, como una mejor anestesia. Vuelve el deseo inconcluso y terminan dormitando en posición fetal en la cama de su dormitorio, mirando la remera de su banda favorita, como si fuera la única alternativa de coherencia. Y vuelvo a escuchar atentamente:
“Mi hermano menor esta tomando drogas duras, drogas de diseño, haciéndome quedar como un pony. Tengo q inventar algo para ser la reina de la galería.” Entonces aparece la oruga.
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